Horizontes |
En estos días he vuelto a lo olvidado que nunca debí abandonar por lo nuevo, a lo que claro que no renuncio.
He visto pasar la tormenta del desierto en un mes de abril robado.
El sol confinado empatizó y fuimos el país de Europa donde menos horas se mostró.
Días raros en los que nos fuimos a ningún lugar para volver; sin carbón no hay reyes magos.
Intimidad, muertes anunciadas y nuevas resurrecciones en griego. Sin saber a veces qué hacer nos pusimos a buscar, desvelos y vigilias para encontrar el verbo más bello descubriendo que Vivir es un vértigo y no una carrera. Aprendimos a decir te quiero pantalla mediante.
Se pararon los motores, se suspendió la realidad y nos sobrecogimos con las muertes en soledad. Sin movernos del mismo sitio en distinto lugar. Hambre y dolor. Ventanas abiertas y reconocimientos.
Mitos que mueren y esperanzas fugaces de nuevos y prometedores amaneceres para Todas. Se adivinaban horizontes colectivos de conquistas en pugna con los poderes de quienes tienen el mando. Soñamos que podíamos cortar los hilos y que al clarear nos darían lo nuestro, lo común. Sueño breve y vigilante entre la bronca y las mentiras.
Lluvia incesante caída en interminables días grises en la ciudad vacía, calma. ¿Vendrán ruidos diferentes?
Esto que nos está pasando ha acabado teniendo muchas formas, entre otras la de una lista de canciones, cartas desordenadas de un trozo de historia. Banda sonora del confinamiento.
@enelreves
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